En sus 50 años de existencia, la Unión Europea ha convertido el tema de la ampliación en uno de sus mayores éxitos políticos. El llamado «Big Bang de Copenhague» (2002), que aumentó la membresía de la Unión a 25 miembros, seguida en 2007 por la incorporación de otros dos, ha tenido un enorme significado político e histórico ya que puso término a la artificial división de Europa. La construcción de la actual «Gran Europa» ha sido fruto de un largo proceso de ampliaciones sucesivas, que más de un vez han provocado diferencias entre las corrientes que cohabitan al interior de la Unión Europea. Unas prefieren la «consolidación» y otras abogan por la «expansión». En definitiva, ambos procesos se desarrollaron de manera convergente dando lugar a importantes cambios institucionales y financieros en la arquitectura de la Unión. Los ajustes institucionales aún están en pleno proceso de desarrollo con el nuevo Tratado de Lisboa, cuyas bases se aprobaron recientemente. La ampliación ha provocado serios desafíos a la Unión Europea, tales como el de superar el «euro escepticismo» que prevalece en la ciudadanía. En este contexto, el mayor de ellos es la incorporación de Turquía.