Sé que aparece un poco -quizá, mucho- como fuera de época hablar de "deidades". Especialmente, en un país eminentemente católico. Impresiona -es cierto- como la postulación de un "politeísmo", en una país y en una época -fundamentalmente- "monoteísta". Y, sin embargo, si pensamos -detenidamente en el movimiento cíclico de la vida, en aquellas isntancias trágicas que cortan este "devenir" en forma brusca y violenta, se impone como una fuerza intangible, pero de extraordinaria potencia la idea de "deidades".